
MAPA POST PAPADO DEL PAPA SIXTO V
Tras la muerte de Sixto V, su legado urbanístico no solo se mantuvo, sino que se expandió significativamente durante el periodo barroco. La lógica de los ejes visuales, las plazas escenográficas y las perspectivas monumentales fue retomada y potenciada por arquitectos como Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, quienes dotaron al lenguaje urbano de un dinamismo y una teatralidad sin precedentes. Durante los papados de Urbano VIII e Inocencio X, se promovieron importantes obras de arquitectura barroca que consolidaron esta visión de la ciudad como escenario del poder eclesiástico.
Mapa de Roma durante el Papa era Clemente XIV - 1771
Se construyeron plazas monumentales que funcionaban como nodos simbólicos y sociales, muchas de ellas ubicadas estratégicamente en la intersección de los ejes visuales trazados en tiempos de Sixto V. Se erigieron fuentes escénicas, como la Fontana del Tritone de Bernini, y posteriormente, ya en el siglo XVIII, la emblemática Fontana di Trevi.


Fontana del Tritone de Bernini
Fontana di Trevi
“Consciente de los inmensos problemas urbanísticos de Roma y de sus propias limitaciones de tiempo, Sixto V ideó un método único para asegurar que sus sucesores se vieran en la obligación de seguir llevando a efecto su programa. (...) Sixto fue situando sus obeliscos en los puntos donde, en los siglos venideros, habían de urbanizarse las plazas más importantes. Sixto V colocó cuatro de tales obeliscos: en la futura Piazza del Popolo, en el punto de intersección de los ejes de las tres calles que en ella confluyen; en la Strada Felice, próximo a la fachada noroeste de Santa Maria Maggiore; frente a San Giovanni in Laterano; y, el más significativo por lo que se refiere a sus efectos posteriores, frente a la todavía inacabada Basílica de San Pedro. Otros papas posteriores completarían su labor añadiendo más obeliscos.” (Morris, 1998, pág.. 203)




Piazza de Popolo
Basílica de San Pedro
Basílica San Giovanni in Laterano
Piazza Navona
A lo largo del siglo XVIII, también se implementaron esfuerzos por regular la alineación de calles y fachadas, con el objetivo de reforzar la coherencia visual y espacial de la ciudad. El urbanismo barroco posterior a Sixto V convirtió a Roma en un auténtico “teatro al aire libre”, en el que cada recorrido urbano era cuidadosamente diseñado para generar juegos de perspectiva, efectos escenográficos y recorridos coreografiados.
En este contexto, el poder de la Iglesia ya no se insinuaba: se manifestaba de manera explícita en cada plaza, en cada calle, y en cada mirada guiada por una perspectiva perfectamente calculada. El peregrino y el visitante no eran meros espectadores: se convertían en protagonistas de un espectáculo urbano cuya escenografía estaba al servicio de la exaltación del orden religioso y papal.