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CONCLUSIÓN

A lo largo del trabajo dejamos en evidencia que el plan de reforma urbana impulsado por Sixto V fue mucho más que una serie de obras arquitectónicas y reorganización arquitectónica, fue una forma de narrar el poder simbólico a través del espacio. Fue una respuesta concreta a una ciudad que no lograba estar a la altura de su propio significado. El proyecto de Sixto V propuso una relectura profunda de la ciudad: ordenarla, conectar sus puntos clave, y darle sentido, dirección y poder simbólico a través de la forma urbana.

Uno de los aportes más potentes de esta transformación fue el uso de la perspectiva no solo como una herramienta artística, sino como un recurso para el control simbólico. La ciudad pasó de ser desordenada y fragmentada a una estructura coherente y monumental, en la que nada quedaba al azar. La perspectiva, el arte y la arquitectura funcionaron como verdaderas herramientas de persuasión y el espectador se vuelve parte de la escena que reforzaba la idea de orden, unidad y espiritualidad. Como decía Norberg-Schulz, el barroco era una forma de involucrar al espectador, de hacerlo participar, y en el caso de Roma, conducirlo por una ciudad que lo impresionaba, lo guiaba y le recordaba constantemente dónde estaba y qué representaba ese lugar. El espacio ya no era neutro: tenía una intención clara, tanto política como espiritual.

Podemos nombrar como claro ejemplo la Iglesia San Juan de Letrán, que muestra cómo esa transformación fue arquitectónica y urbana a la vez. Pasó de estar aislada, deteriorada y poco accesible, a integrarse en un sistema visual y territorial más amplio que la conectaba con otras basílicas y con el relato visual de la Roma barroca. Todo estaba planificado para guiar la mirada, jerarquizar lo sagrado, y mostrar que la Iglesia estaba en el centro de todo. El uso estratégico de elementos como los obeliscos permitió reinterpretar monumentos antiguos para integrarlos y así es como el pasado romano no fue borrado, sino resignificado para el fin papal.

La visión de Sixto V, incluso después de su muerte, dejó una base que fue retomada y ampliada por otros papas y arquitectos. La ciudad se volvió aún más escenográfica, más simbólica, más calculada. Roma no fue solo reformada, fue reinterpretada. Y esta reinterpretación, el poder eclesiástico encontró la forma de volverse visible, ordenado y permanente.

Podemos decir que entender la Roma de Sixto V es entender cómo el espacio urbano puede funcionar como un lenguaje. Un lenguaje que organiza, orienta y transmite un mensaje claro, la Iglesia está al centro de todo, y la ciudad entera está pensada para recordarlo en cada recorrido.

Alumnas: De Luca Guadalupe, Urquiza Lucia, Raisis Melany, Otero Agustina

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